Masacre de la Quesera

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Damián describe la Masacre de La Quesera, en el departamento de San Vicente.

Testimoniante:

Transcription

Pues ahí le digo yo a la señora “apartémonos de este grupo porque, ¿cómo nos vamos a esconder todos si somos bastantes?” Y nos fuimos por una media quebradita, por un gran guamil grande, bien montudo. Allá nos fuimos a encuevar en medio de unas piedritas y se fueron otras personas con nosotros. Éramos como unos siete. Andaba una muchacha con el hombre de ella, él con un niño en la mano, y la muchacha con una niña como de unos diez meses. Y la niña lloraba de la sequía que tenía. "Nos van a matar," siempre dijeron, "porque, por el llanto de los niños, allá van la gente." Entonces, ella le ponía el pecho, y no le llegaba nada y ya no tenía ni un poquito de azúcar para poder hacer una azucarada, nada, porque ya eran siete días de andar guindeando y expuestos a cualquier peligro. Entonces estaba cerca de donde estaba el riito…a poquito pues, como a los quince minutos de habernos apartado nosotros, venían unos soldados río abajo, y otros río arriba y otros por la espalda. Cabal los acorralaron ahí. Y los aviones arriba tirando bombas, tirando bombas por todos lados. Estaba “la Avispita," estaban como cinco helicópteros, la gradilla, un avión que le dicen El Ranger, como tres Fougas, de unos veloces. Se vienen en picada, tiran la bomba y se escapan ligero, y a tirar otras por otro lado. Siempre anda quién les indica a dónde suelte las... Había una viejita que andaba un Cristillo, un Cristillo así, del señor de Esquipulas, y cuando pasaba el avión: “Ay, señor de Esquipulas," le decía, "hacé que ese avión vaya a tirar esa bomba por allá." Y ponía el Cristillo así… Con una gran fe la viejita. Por allá iba a sonar. Nunca cayó una bomba donde estaba el puño de gente. Pero eso fue antes de ese día, en otro día más atrás fue que vi de yo eso. Pues ese día, cuando ya llegaron los soldados, la tropa a circular el puño de gente, pues si toda la gente lloraba de la aflicción. "Ustedes nos van a matar," les decía la gente. "No, no los vamos a matar," decían los viejos, "los vamos a sacar de aquí. Aquí donde andan se van a morir de hambre. Nosotros les vamos a dar para calmar la pobre gente," y así fue como los sacaron de ahí del río del Zanjón, a la par de La Quesera y el Cabrotal. El puño de gente lo sacaron a un camino real que había como calle que venía al Lempa, a un lugar que le decían Monte Nuevo. Entonces, así que sacaron la gente para esa calle, según dijeron. Ya ahí daban la orden a una escuadra de soldados. “Llevate veinte vos, ustedes llévense otros veinte, llévense otros veinte.” Así los repartieron todos, de veinte en veinte. Y ya, los que señalaban que se fueran con estos, allí los llevaban, y a los otros los llevaban para allá. Entonces solo los metían como unos diez metros dentro del monte y los pusieron en fila. Ahí los rafaguearon a todos, todos, todos murieron de esa gente. Nosotros oímos la gran balacera, calladitos, sin hacer bulla.