Aminda recuerda haber experimentado los primeros bombardeos cuando era niña y no haber sentido miedo sino curiosidad.
Transcription
En el ochenta y uno llegaron a bombardear, y ya era cosa muy difícil, porque nosotros teníamos que estar en un tatú... De día o de noche, dependiendo, porque solo llegaban a bombardear y bombardear. Fíjese que la primera vez que llegó no sabíamos. Fue nuestra primera experiencia. Estaba mi mamá, mi hermano... A él lo mataron. En el ochenta y uno lo mataron... No lo habían matado. Mi mamá, mi hermano... Bueno, y todos los chiquitos... Llegaron y, como nosotros nunca en la vida habíamos visto eso, pensábamos que todo era playa. Cuando llegó el helicóptero, nosotros en vez de escondernos salíamos a ver, salíamos a ver cómo andaban rociando balas y balas. Cuando nosotros salimos a ver, caían balas, de la bala grande, de la cincuenta... Caían balas y mi mamá dijo "vénganse, cipotes", y nos puso a todos así en línea mi mamá, allá en La Cañada, porque "pues sí, estos no son dulces", dijo mi mamá. Bala de bala... Entonces nosotros ya no nos quisimos asomar, porque no sabíamos qué llegaban a hacer ese tipo de bombardeos. Esa fue la primera vez. Ya con el tiempo, fueron diciendo que no teníamos que salir, que teníamos que estar en el tatú, en las zanjas y ya todo el mundo tenía su tatú, su zanja para meterse... Porque si no, pues lo iban a matar.