La guinda del mayo: cruzando el Río Sumpul

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Juana narra la difícil experiencia de cruzar el río Sumpul durante la Guinda de Mayo de 1982 junto a sus cuatro hijos.

Testimoniante:

Transcription

Bajamos, nosotros de Patamera hacía Santa Anita. De Santanita a los Amates. Un día tan triste, pero logramos bajar con los niños ya como a esto de las seis de la tarde a Santa Anita. A las cinco de la mañana nos pasamos el Sumpul y llegamos a Los Amates. Ya estando ahí, una hora de las ocho de la mañana haciendo un pequeño desayuno, cuando escuchamos que detonó como una mina y dijo el coordinador: “Salgámonos que viene el ejército.” Empezamos a correr y como era una inmusidumbre de gente que no le pudiera decir ni cuántos éramos. Empezamos a correr y entre más corríamos más se escuchaba un ruido tan pero tan ordinario que nos tirábamos hacia el suelo y cuando nos tirábamos al suelo, se calmaba aquel ruido que se escuchaba, era el mismo caminar de nosotros. Cuando bajamos al Sumpul, una de mis niñas había perdido los zapatos. Cuando yo encontré los zapatos, dije yo, “mi niña está muerta”. Bajé al Sumpul. En una esquina de un piñal, ahí estaba la bichita acurrucada cerca de unas matas de piña y me dice: “mami, yo me bajé a que mi padrino me pasara y no me pudo pasar del Sumpul”. Me he tirado al Sumpul con cuatro niños, yo al Sumpul… Mi esposo iba adelante con un niño y yo decía yo “me tiro yo, se tiran los niños, se van a ahogar, no.” Agarro el niño tierno de acá, Pedro se me guindó de este brazo, José Rogelio se guindó de este otro brazo y los otros dos los llevaba aquí, con cuatro niños. Pero cuando yo me tiré al Sumpul, estaba tan crecido que yo me fui hasta aquí… En ese chorro se me soltó uno de mis hijos, pero mamá iba un poco atrás y ella sí podía maniobrar el agua… Ella a como pudo lo pescó de la camisa y lo sacó hacia la playa, cuando yo pasé al otro lado ya habían unos cuantos niños que los primeros que se habían pasado. Lo único que les quedó fue envolverlos en el pañal y meterlos debajo de los matochos, ahí quedaron esos niños, no quedaron muertos, quedaron vivos pero ya ellos no podían hacer nada porque la existencia de ellos ya se había borrado. Ya ellos no podían caminar con nuestros niños en brazos, entonces que muy delicado…Y yo pasé esa zona. Luego agarramos una zona de San Isidro. Llegamos ahí, pasamos la noche y el siguiente día a caminar, a caminar, a caminar…Llegamos al mismo caserío de donde yo era nacida pero ya no veníamos todos, veníamos dos familias, nada más.