Ramón cuenta como él y sus hermanas fueron atacadas por la Guardia Nacional y paramilitares cuando regresaban de la escuela.
- Testimoniante:
- Ramón
Transcription
Pues, la cosa es que llegando a la casa el siguiente día, me llevo la sierra, voy yo detrás, mis hermanas que eran tres y mis primos, éramos 15 en total, van adelante y siempre el que iba adelante iba sacudiendo el monte, y bueno, entonces bueno ellos se esconden en una quebrada para que yo sea el que lo sacuda un buen rato. Al pasar la quebrada de La Josefina le decíamos, veo al pasarla, subir y agarrar rumbo al puente, como a un kilómetro del puente, yo oí dos tiros seguidos, pero dirigidos como si fueran hacia nosotros. Entonces yo vi el respaldo, no vi nada, el monte estaba de esta altura, no pudo esconderse en una ladera alguien. Volteé a ver el otro lado del Sumpul, en ese lado venían guardias y defensas civiles tomando posición e hincándose hacia nosotros, pero, eran, qué se yo, tal vez 30 hombres armados. Entonces y nosotros, mi hermana la mayor venía alcanzándome y todos los demás venían detrás. Y yo vi hacia adelante, ninguna peña, ningún zanjón donde librarnos. En el momento me quedé como valorando qué hacer, en un instante de unos cuantos segundos, y mi hermana me empuja y me dice “¡pasá!”, le digo yo: “no, porque nos matan”. Entonces “¡qué!” me dice. “Pues pasá vos”, le digo yo. Pero yo regreso a la quebrada, la tenía un poquito más distante que esta bajada, estabamos de la quebrada. En el momento, pero eso es cosa de segundos, ya se puede imaginar uno con un susto de muerte cómo corre. Yo voy llegando al bordo y es, me cae una rama de copalillo, cortada de una sola ráfaga. Pero, lo más impresionante mío era que en el momento que yo llego allá, estaban todos, todos los que íbamos a estudiar. Y decía yo: “¿y por qué?” Entonces, yo llevaba la sierra acá, empecé a sospechar de la sierra. ¿Sería que la sierra la vieron como fusil? Decía yo “¿por qué?” Porque todos uniformados, verdad, era más, más negro, es un azul más negro que éste, el pantalón y la camisa blanca. Decía yo y por qué? por qué a nosotros? Entonces, y llegando a la quebrada encuentro a mi hermana ensangrentada, echándose agua, y le digo: “¿te pegaron?” “No”, me dijo, “me he caído y un diente se me ha metido de la caída.”
Siguiendo yo a mis dos hermanas, a la que me había dicho que no pasaba nada que iba más arriada cuando ya había sentido los ametrallamientos. Aquello era desatada lluvia de balas, como quien sacude un palo de aceitunos. Esos se oían sonar y chillar en las ramas, pero impresionante. Era, yo casi creo que eran como las 6:30 a.m. Instintivamente nosotros nos dividimos. Yo quise seguir a mis dos hermanas y una prima que agarraron por el camino, sin parar. Pero también quería consolar y ver qué le pasaba a mi hermana que estaba en la quebrada. Entonces, otros se metieron al monte y yo que quise alcanzaras en una subida a ellas, y pasa sobre mí una lluvia de balas que yo creo que no sería, tal vez, una cuarta arriba de mi cabeza, porque cayeron en un reguero, en un barro duro cayeron los hoyos, pero era incontables hoyos. Se miró que mi hermana que esconde el pie, y la última bala que cae. Yo no pude seguir. Yo bajé a la quebrada, temblando y le dije a mi hermana que todavía estaba en la quebrada que, así le hacía en el agua, entonces: "¡qué hacés?! Por el amor de Dios, nos van a matar." Entonces: "es que se me ha perdido un zapato" Entonces: "por el amor de Dios, dejá esa cosa y caminá por el monte, yo voy a bajar a quebrada abajo para ver si hay una salida por la orilla del río.” Y no, pero, antes quiero esconder esta sierra, ¿será por la bendita sierra? Y la escondí en un, en un arroyo de la quebrada que había echado una creciente en el día...en la noche anterior. Entonces, y, bajé yo abajo, entonces, porque yo le dije: "no te vayás por el camino del monte". Bajé y cuando yo, llegué casi a la orilla del Sumpul y miré a los individuos como quizás a cuadra y media. Cuando ellos vieron a mí me atajan a balazos. Más, sólo que la ventaja que teníamos, pero en ese momento no sentíamos ventaja, era que estaban al otro lado del río, pero no sabíamos cuántos eran ni a qué momento iban a venir.
La cosa es que se entabló un tiroteo, yo sólo pude subirme por unas raíces, con dos primos y caer detrás de una piedra de regular tamaño, así, detrás. Las balas se dormían en esa piedra y se oía aquella pasada de bala, y al ponerle cuidado había empezado un tiroteo desde las puntas de las lomas y de los cerros, de regreso. Un paicun, paicun, disparando, bien se notaba la diferencia, entre G3 y esas otra armitas.
Nosotros rezamos todas las oraciones, lloramos, como se llora ya para morir...