Guinda de mayo

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Virginia comenta como fue la Guinda de Mayo y cómo sobrevivió junto a sus hijos.

Testimoniante:

Transcription

En esa época que nos sacaron de Los Filos fue cuando yo perdí mi madre, que no es fácil perderla, porque nosotros agarramos rumbo a Patamera huyendo, y ella agarró por otro rumbo, que nosotros no nos dimos cuenta ni a dónde ella quedó; porque nosotros ya después de Patamera duramos allí un año. Al año vino la Guinda de Mayo, fue cuando anduvimos rodando por toditas, por toditas, las quebradas, por los zanjones, que quizás duramos un tiempal andar en eso. Yo cargaba un niño de brazos, y cargaba otro de la mano y otro caminando el solito, así de la mano, y cargaba una muchacha, la primera la cargaba porque ella de cuatro años le cayó una enfermedad allí en Los Filos y ella quedó inválida del pie y así la cargaba caminando y guindiando y el enemigo cerquita, siguiéndonos a nosotros. Yo como podía buscaba unas personas y les decía que me ayudaran a sacar a esa cipota porque yo ya no podía más. Me ayudaban, pero ya en esa Guinda de Mayo fue lo más duro, que pasamos 22 días huyendo por los montes, durmiendo a las orillas de la quebrada, sin zapatos los niños. Entonces, que ni agua les dábamos, y ya era sólo yo que andaba con esos niños, sólo yo guindiando porque ya el esposo como andaba en la guerrilla, no me ayudaba a mí. Entonces, pasamos 22 días en ese tenor para arriba y para abajo, aguantando, sólo telitas de carao les dábamos a los bichos y cuando había agua les dábamos una vez al día. Y yo andaba criando un niño que por cierto de ahí de Los Filos de un tatú me sacaron que ocho días tenía el niño de nacido debajo de una gran tormenta me he ido rumbo a Patamera guindiando; pero para esa Guinda de Mayo fue lo más triste que yo no deseo que jamás se dé esto ni aquí ni en otros lugares. Porque fue terrible, porque yo me acuerdo que nosotros llegamos al Conacaste, yo me acuerdo, yo mis niños y otros niños ya no podían andar de hambre y pasamos que los guerrilleros tenían un gran poco de carne que había aliñado una vaca y entonces me dijeron: "Querés un pedazo de carne para esos niños?" "Si me lo regalan", les dije yo. Sólo se los agarré cuando me dijeron "apurate porque allá viene el enemigo, te van a matar con estos niños." Y lo agarré, por allá me acuerdo yo que me fui a meter debajo de un charral y a cómo pude les partí la carne a los niños y cruda y chorreándoles sanguaza se la comieron del hambre, los que yo cargaba. Entonces, de allí me tuvieron, allí estuve, después hallé otras familias, anduve con aquellas familias, después que fue una gran balacera nos desapartamos, ya quedé sólo yo guindiando. Por todito rumbo, yo solita sólo con mis cuatro hijos, para arriba y para abajo. Pero eso es de lo más duro que no hay. Llegamos a Santa Anita y, iban dos sobrinitas del esposo mío, una grande y otra chiquita. Cuando el enemigo nos iba aculando que ya nos alcanzaba lo que hicieron las dos niñitas, tirarse al agua. Se ahogaron las dos porque yo no podía hacer nada porque yo iba ocupada, yo no podía hacer nada. A puras penas un guerrillero me pudo pasar de la mano y a como pudo pasó mis chinos allí por Sumpul a salir al otro lado a Santa Anita. Pues, ya en Santa Anita sí ya me junté con más gente que yo no la conocía, no sabía ni de quién era pero yo me apoyé a toda esa gente para no andar yo sola con mis hijos. Por cierto que en esa Guinda de Mayo a esa niña que tenía yo inválida, yo la dejé perdida, ya allí sí ya la dejé perdida en ese lugar porque ya no pude con ella. Pero ya cuando ya se fue calmando ese operativo me dice un guerrillero allí por Santa Anita: "mirá, yo creo que tu hija es la que ha aparecido." Los guerrilleros hallaron una niña casi desnuda, viene casi desnuda y la hallaron y en cierta parte la tienen," me dijo. "Yo creo que es tu hija," me dijo. "Pero si es ella," le dije yo "¿cómo la puedo ver." "Nosotros te la vamos a llevar adonde vos estés." ¡Ellos me la han llevado! De allí para allá me vine yo rumbo a Los Albertos, sólo había llegado allí cuando nos atacan a pura balacera otra vez el enemigo, yo no hallaba para dónde irme. Sólo le pedí a Dios que me librara a mí y a mis hijos y a ella la tiré así de barriga en una parra de bambú y la llené de hojas de... y allí quedó y yo me tiré más abajo con los otros tres niños. Pero gracias a Dios el operativo iba para más abajo, a Honduras, ya no andaban registrándola, ya iban ya rumbo porque colaboraban los hondureños y los salvadoreños, ya no fueron a hurgar donde había dejado a la bicha enterrada yo con hojas. Cuando vine de regreso ya estaba tomado allí y me dijeron a mí que dónde había dejado la bicha y les dije yo “en tal parte,” estaba enterrada con hojas le dije yo y fueron a ver y ya la hallaron y me la trajeron de regreso. Por cierto, allí la tengo, una mujer ya maciza, pero ella es inválida, ella le costó el alma y la vida esa guerra y por eso esa guerra yo no quiero, no quiero, ni volverme a recordar...