Esperanza relata cómo fue el operativo del Desembarco en 1986, y como los niños y las mujeres fueron interrogados por el ejército.
- Testimoniante:
- Esperanza
Transcription
Empezaron a seleccionar jóvenes. A sacar jóvenes de la gente que estaba dentro de la iglesia y los fueron metiendo en cuartos, como aquí entonces habían cuartos vacíos. En el pueblo, en el mero centro, era rara la casa que tenía gente, de ahí todo estaba así, por fuera más a la orilla. Los fueron metiendo a esos cuartos a torturarlos y después que ya tenían a los hombres, los más jóvenes.
Me acuerdo que quien andaba comandando esa operación fue Cáceres Cabrera, el coronel Cáceres Cabrera, dijo él —que las mujeres todas las mamás se van a salir para afuera y van a dejar a los niños aquí, a los niños les vamos hacer unas preguntas. Vamos a ver, hasta donde tienen esa habilidad de contestar las preguntas. Miren —les dijo, les hablaba a los niños, les enseñaba bolsas de dulce ¡ah! pero también a los jóvenes antes de sacarlos, que a nadie iban a matar, que ellos no venían a traer a nadie ni a matar a nadie, que ya estábamos en el proceso de paz y que eso ya no estaba permitido, ¡miren como les dieron paja!, —únicamente lo que queremos es recuperar las armas—.
Tenían el listado qué valía el G3, qué valía el M16, que la ametralladora, ¡todos los fusiles tenían precio! les dijo —entreguen, una granada, arneses, cinturón que tengan, ¡entréguenlos!, ustedes van a quedar tranquilos—. Les dijeron "saca, saca", así fue como los torturaron, algunos se hicieron cargo de que si tenían fusiles escondidos, pero afuera de pueblo, ellos habían venido pero a descansar un rato. Después que les entregaron los fusiles, los mataron, ¡los mataron! Hoy están en la exhumación de esos cuerpos, de algunos que están en ese proceso.
Dijo Cáceres Cabrera —ahí mismo en la iglesia— que los niños, todos se iban a quedar ahí, las mamás que se salieran, como el mío andaba de brazos, el mío –dije— ¡al niño no lo dejo! Entonces, —dijo— que los niños, les enseño la bolsa, —miren, aquí les vamos repartir dulces —y a los combatientes que le digo, también les dijo —lo que queremos es que entreguen las armas, miren aquí están el pisto con el que les vamos a pagar tanto —y les hacían, así le hacia los billetes colorados de los colones, les hacia así —miren, este es el pisto que nos han dado para que les paguemos las armas—le hacía así —miren—, al rollo de billete.
Les dieron paja a los pobres chinos y a los niños también, —un peso le vamos a dar al niño que sea más ágil para darnos la pregunta –dijo— ¿que nos conteste dijo y empiezan a agarrar a los bichos ¿aquí pasaron los guerrilleros?
—Sí, los bichos
—¿Que llevaban?
—Peroles, molino, guacales
—¿Llevaban heridos en la hamaca?
—Sí
—¿A dónde los curaron?
—Donde Francisco
—¿Quién los curo? —Y empiezan los bichitos a dar todo lo que habían visto, todo lo que habían visto. Después se fue para donde estábamos las mujeres y dijo —bueno, solo quiero que ustedes afirmen, porque los niños nunca mienten, los niños dicen lo que oyen y lo que ven, aquí ayer hubo esto y esto. Nosotros a las cuatro de la mañana hemos recibido la última llamada de aquí estaban los guerrilleros. Aquí hay mujeres que no están aquel día que estuve—.
Porque cuando andaba en el operativo habían hecho una asamblea con la gente de aquí y ¡a saber que!, yo no estaba aquí, estaba en la zona, y aquí -dijo —veo caras distintas—. Yo no estaba. Veía que habían unas jóvenes que no se pudieron ir, que también les toco quedarse entonces dijo —lo que tienen que hacer es afirmar—, nadie le contesto, —levanten la mano –dijo— las mujeres que estaban aquel día.
En ese tiempo, había una comprensión, una solidaridad que todos teníamos la misma verdad, el mismo objetivo le apostábamos, ninguna de las mujeres dijo, yo estaba aquí o que iba a levantar la mano. Ellas veían que había compañeras que no habíamos estado, dijeron —si la levantamos, esta no estaba les van a caer— dijo tres veces —levanten la mano las que estaban—, ¡nadie la levanto!, —levanten la mano las que no estaban— tampoco nadie la levanto, ¡nadie!
Bueno, entonces dijo —¿se acuerdan lo que dijimos aquel día? Que las mujeres que estaban aquí, la única tarea de ellas era cuidar a sus hijos, como las gallinas, darle de comer a sus hijos y abrigarlos, ¡esa es la única tarea de las mujeres! pero no quieren colaborar con nosotros, pero si hay gente que colabora, si a las cuatro de la mañana, hemos recibido la última llamada dijo que aquí estaban los guerrilleros y miren, ¡por eso estamos aquí!, nosotros tenemos toda la facilidad para movernos, de un lugar a otro y si aquí nos dicen que mañana están, ahí venimos. Miren –dijo— los pajaritos ahí están disponibles para movernos; a nosotros no se nos dificulta y los guerrilleros ¿qué es lo que les garantizan? ¿Que es lo que les garantizan? así es que tienen que colaborar con nosotros y si no –dijo— pues allá ustedes, miren —nos hizo la seña así, que nos iban a matar si no colaborábamos con ellos.
Ya estábamos hartas de estar ahí, ya como a la una, una y media, creo que como a la una y media o dos de la tarde nos dieron la salida, —váyanse —nos dijo— háganle de comer a esos bichos chillones que tienen.
Porque Cáceres Cabrera lo que esperaba era que le dijera ametrállalos, porque las ametralladoras las tenían en la puerta de la iglesia y él esa era la orden que esperaba.