Evangelina describe las condiciones de vida en Mesa Grande, el campo de refugiados en Honduras.
- Testimoniante:
- Evangelina
Transcription
Esos 14 meses que vivió allá ¿Qué actividades realizaba usted y su familia mientras vivían ahí en Mesa Grande?
Mire, solo fuimos a hospedarnos, no más. Sólo nos dieron: una carpa, una cocina que había ahí de lámina, verdad, ahí nos dieron cama, nos dieron cobijas, nos dieron ropa para vestirnos; porque íbamos sin nada. Y ahí nos daban la comida digamos. Nos daban frijol, nos daban arroz, nos daban maíz; todo, todo lo que uno consume para comer, y ahí nos daban pescado.
Las primeras gentes que llegaron primero se gloriaron usted, porque esas hasta botaban el pescado que les daban, porque tras uno otro, y otro y otro. De modo que esos no sufrieron; ya nosotros que llegamos de último ya no era igual, pero bien. Pero no podíamos salir de ahí, porque si salíamos tantito al alambrado, ahí pasaban soldados alrededor.
¿Soldados de El Salvador o de Honduras?
No, hondureños. El que salía lo capturaban, y se lo llevaban, lo desaparecían, no podía salir uno de ahí. Ahí estaba uno preso, sólo con la gente que está ahí en el campamento. Pero como digamos que no habiendo necesidad de salir a fuera, no se podía salir, porque ahí tenía todo, le daban a uno todo.
Ahí estaban las máquinas que tenían talleres de costura, bordado, todo. Tenían granjas de animales, para darle a la gente que tenían de rehabilitación; los llevaban a darles la comida. No, por ese lado estaba bonito, pero no, no tenía libertad uno de a salir a afuera, ni siquiera a buscar un palo de leña. Yo me sentía ahí ahogándome, como que de aquí me tenía, peor ya cuando murió me hijo, ya no, ya no podía estar allá. Pues nos venimos, aquí estamos todavía contándoles el cuento.