Nuevos documentos desclasificados sobre el caso FENASTRAS 

UWCHR comparte nuevos documentos en el marco del aniversario 35 del atentado contra el federación sindical.

Treinta y cinco años después del atentado del 31 de octubre de 1989 en la sede de la federación sindical FENASTRAS en San Salvador, los investigadores del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Washington continúan buscando información relacionada al ataque, que aún permanece impune. Estos documentos ayudan a ubicar el atentado en su contexto histórico y ofrecen importantes perspectivas sobre las respuestas del gobierno de Estados Unidos en ese momento.[1]

En los años 1970 y 1980, FENASTRAS (la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños) era conocida por ser una organización crítica del estado, de ideología izquierdista. Al igual que los activistas de otras organizaciones sindicales durante el conflicto, los miembros de FENASTRAS sufrieron much represión, incluida la tortura y la desaparición forzada. El ataque de octubre de 1989 a la sede de la organización ocurrió después de meses de creciente violencia contra las organizaciones de la sociedad civil críticas al gobierno, ninguna de las cuales fue investigada; pero la escala de la explosión, y la coyuntura en la que se dió, en medio de frágiles negociaciones de paz entre el gobierno y el FMLN, provocaron una protesta inmediata y llamados urgentes por una investigación. Creyendo que el gobierno era responsable del ataque, los líderes de FENASTRAS inicialmente negaron a los investigadores policiales el acceso al lugar de la explosión. Citando esta negativa a colaborar con la policía, varios funcionarios del gobierno estadounidense y salvadoreño sugirieron que el ataque podría haber sido una especie del «auto-atentado» del FMLN. Y treinta y cinco años después, el caso sigue en la impunidad, aunque una unidad del Ministerio Público de El Salvador especializada en casos del conflicto armado interno revisa actualmente el caso.

Lo que revelan los documentos sobre el atentado y las reacciones qué generó

El atentado del 31 de octubre de 1989 en FENASTRAS se produjo en un momento de creciente tensión. El día anterior, el FMLN había lanzado un ataque con morteros contra la sede del alto mando militar en San Salvador; según el Departamento de Estado de Estados Unidos, este ataque dejó un civil muerto y varios heridos. El mismo día del ataque a FENASTRAS, un atentado a primera hora de la mañana en las oficinas de la organización de víctimas COMADRES también dejó heridos y daños materiales. Pero el ataque del mediodía en FENASTRAS parecía planeado para lograr la máxima letalidad: tuvo lugar a la hora del almuerzo, y la bomba fue detonada cerca del área donde decenas de personas estaban comiendo como parte del popular programa de almuerzos de bajo costo de FENASTRAS. Como informó la CIA, la poderosa explosión destrozó el edificio, lanzó una camioneta estacionada en la calle una distancia de dos metros, y dejó escenas de terror a su paso, con cuerpos desmembrados esparcidos entre los escombros.

Documento desclasifcado de la Agencia Central de Inteligencia describe los destrozos causados por el atentado.

En las horas posteriores al ataque, el Estado Mayor Conjunto estadounidense, desde su sede en Washington DC, notificó a varias agencias de inteligencia de los EE. UU. sobre el atentado; este documento fue entregado a UWCHR con importantes tachaduras. La Embajada en San Salvador envió a miembros de su personal de la Sección Política y un equipo de entrenamiento militar móvil al lugar del bombardeo, donde hablaron con la policía, que les informó que podría haber sido una explosión accidental. Sin embargo, el personal de la Embajada (el nombre de la persona que escribió este telegrama ha sido censurado, por lo que no está claro quién lo escribió exactamente) pareció comprender de inmediato el contexto político, señalando que la Secretaria General de FENASTRAS, Febe Elizabeth Velasquez, quien murió en la explosión, había sido presentada como «enemiga» de la nación en una serie de anuncios recientes en televisión. El documento de la Embajada notó que «no está claro quién llevó a cabo los ataques de COMADRES y FENASTRAS. Obviamente no podemos descartar la posibilidad de que elementos extremistas reaccionen a la violencia del FMLN». El 2 de noviembre, en reacción al atentado, el FMLN anunció la suspensión de su participación en las negociaciones de paz programadas para ese mes. El 3 de noviembre, los líderes de la Embajada de los Estados Unidos fueron invitados al Palacio Presidencial para hablar con el Presidente Cristiani, miembros del Alto Mando Militar, el Secretario de Prensa Presidencial, y otros, todos los cuales, según un cable firmado por el Embajador Walker, creían que el FMLN era responsable del ataque. El Presidente Cristiani expresó su extrema frustración por el hecho de que los miembros de FENASTRAS habían negado a la policía el acceso a la escena del crimen y pidió la asistencia de los Estados Unidos en la investigación.

Unos días después, cuando el presidente salvadoreño Cristiani reiteró su pedido de asistencia de expertos estadounidenses, los funcionarios de la embajada estadounidense enviaron un cable a sus superiores en Washington expresando entusiasmo por el plan de Cristiani. Relataron que Cristiani había tenido mucho éxito en «impedir que los militares» culparan públicamente al FMLN por el ataque sin pruebas. El gobierno estadounidense mandó un experto del FBI, así como el Secretario de Estado Adjunto Aronson desde Washington DC y el general Thurman, comandante en jefe del Comando Sur; estando en San Salvador, éstos se unieron a los funcionarios de la embajada en una reunión el 6 de noviembre con el presidente Cristiani – y una reunión separada con miembros del alto mando militar. Si bien Cristiani enfatizó la importancia de una investigación independiente, según informes de la embajada sobre la reunión, los líderes militares salvadoreños explicaron su convicción de que el FMLN había llevado a cabo el ataque a FENASTRAS en un esfuerzo por sembrar división entre los militares y Cristiani, y entre los estadounidenses y los salvadoreños.

El 8 de noviembre, según consta en los documentos del FBI, los expertos en explosivos del FBI realizaron una inspección forense en el lugar del atentado. Lamentablemente, documentos posteriores muestran que el informe del laboratorio del FBI no logró identificar el material explosivo utilizado en el atentado y que la investigación se suspendió por falta de recursos humanos, dada la extraordinaria atención que luego requirió la investigación de la masacre del 16 de noviembre de 1989 en la UCA.

A fines de diciembre, La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy informaron que un líder del FMLN, Salvador Cárcamo, había sido capturado y que había confesado ser responsable del atentado en FENASTRAS, entre otros delitos. Sin embargo, según fuentes de la CIA, Cárcamo había sido tan reservado que se negaba incluso a revelar su nombre durante los repetidos interrogatorios; si ni siquiera decía quien era, menos había dicho sobre esos actos. En otras palabras, según la CIA, esa noticia difundida en los medios de comunicación era completamente falsa.

Los eventos en su contexto

Los documentos desclasificados del gobierno estadounidense también pueden brindar una perspectiva adicional sobre el contexto en el que se produjo el atentado. En primer lugar, un análisis de los documentos desclasificados muestra que las organizaciones laborales fueron sistemáticamente blanco de la represión por parte de las fuerzas gubernamentales y los escuadrones de la muerte de derecha durante toda la época del conflicto. FENASTRAS, en particular, experimentó una represión cada vez mayor en los meses inmediatamente anteriores al atentado del 31 de octubre de 1989. En segundo lugar, los documentos muestran que tanto el gobierno salvadoreño como el estadounidense veían a FENASTRAS con especial sospecha, etiquetando a la organización como un «grupo de fachada» del FMLN de manera que casi la identificaban como un legítimo objetivo militar. Cada una de estas tendencias contribuyó al impasse investigativo al que se llegó en el caso, del cual la impunidad era un resultado previsible. Analizamos cada una de ellas a continuación.

Los patrones de violencia sistemática en contra de sindicalistas

Varios observadores coinciden en que la década de 1970 fue una época de actividad sindical remarcable en El Salvador. FENASTRAS, constituida legalmente por primera vez en 1972, fue identificada desde sus inicios como una vanguardia izquierdista dentro del movimiento obrero. A partir de finales de la década de 1970, los funcionarios de la Embajada de los Estados Unidos describieron a FENASTRAS como un socio de las organizaciones de oposición BPR y FAPU. A medida que el movimiento sindical crecía, también crecieron los esfuerzos de la derecha para reprimirlo, reflejados tanto en el actuar de las fuerzas de seguridad del Estado como de los escuadrones de la muerte. La violencia contra los sindicalistas se volvió tan extrema y extensa a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 que, como informaron los funcionarios de la Embajada de los Estados Unidos, «en el apogeo de la actividad de los escuadrones de la muerte de derecha en 1981, el movimiento sindical de El Salvador fue devastado como resultado de los asesinatos y desapariciones de cientos de líderes sindicales. Los sindicatos de El Salvador, que antes eran los más poderosos de América Central, se vieron obligados a disolverse o se volvieron moribundos debido a las tácticas terroristas de la derecha.»

Los sindicalistas, por su parte, optaron por un lenguaje diferente para describir su reacción a esta violencia: en 1981, lejos de moribundo, describieron su movimiento como clandestino: «El movimiento obrero salvadoreño ha tenido que convertirse en clandestino porque es la única manera en que puede seguir viviendo, ya que sus sedes sindicales han sido dinamitadas y sus dirigentes encarcelados o ejecutados. Aquí hay compañeros que han sido quemados con ácido, torturados con descargas eléctricas… y luego la persecución y ejecución de nuestros familiares que nos visitan en la cárcel aumenta cada día con el objeto de aislarnos del pueblo.»[2] Al igual que con las víctimas de otros sectores de la sociedad, la represión tuvo el efecto de alentarlos a redoblar su compromiso, incluso en circunstancias extremadamente difíciles.

A mediados de los años 1980, los oficiales estadounidenses comenzaron a notar un aparente resurgimiento de la actividad sindical en El Salvador. La respuesta, una vez más, fue la represión, pero los procesos de organización continuaron. En 1984, por ejemplo, la CIA informó que, aunque el entonces secretario general de FENASTRAS, Héctor Bernabé Recinos, seguía en prisión, la organización había nombrado a un secretario general interino. Según otro documento del mismo mes, Carlos Vásquez Someta se desempeñaba como secretario de operaciones de FENASTRAS; él, a su vez, fue detenido a fines de marzo de 1984 bajo sospecha de pertenecer a la FARN, y según un documento de la Embajada, el coronel López Nuila, entonces director de la Policía Nacional, le mostró a un funcionario de la Embajada una copia de su supuesta confesión. Poco después, otro documento describe la visita de un empleado de la Embajada a Vásquez en prisión, en la que informa que la confesión le fue «arrebatada», probablemente un eufemismo para tortura. Varias partes de este documento siguen siendo ilegibles.

Tan sólo en el año 1989, muchos actos de represión contra FENASTRAS antes del ataque del 31 de octubre fueron documentados en cables y telegramas del gobierno estadounidense:

Si bien el hecho de que el atentado de FENASTRAS ocurriera inmediatamente después de tantos actos de represión anteriores no descarta la posibilidad de que haya sido un ataque por parte del FMLN, sí sugiere por qué el personal de FENASTRAS puede haber recibido a los investigadores policiales con sospecha y haberse negado a participar en su investigación.

Una falsa equivalencia entre crítica y subversión

Los funcionarios estadounidenses y salvadoreños habían visto a FENASTRAS con sospecha desde su creación. Un documento de la CIA identifica a la organización como surgida de un desacuerdo interno en un sindicado pro-gobierno en 1972. A lo largo de la guerra, los documentos estadounidenses identifican constantemente a FENASTRAS como un «grupo de fachada,» no solo afiliado al FMLN sino controlado por el FMLN,[3] contrastándolo con organizaciones laborales más centristas, que los EE.UU. veían con más favor.[4] Estas consideraciones se hicieron más prominentes en documentos de la segunda mitad del conflicto, después de que la captura de documentos del FMLN en 1986 y 1988 revelara que el FMLN había identificado a organizaciones de izquierda críticas del gobierno como posibles fuentes de reclutas y coordinación.[5] En este contexto, la decisión de las autoridades estadounidenses y salvadoreñas de considerar a esas organizaciones como simples fachadas de las guerrillas equivale a toda crítica al gobierno con actividad subversiva. El cable del Embajador Corr del 1 de octubre de 1986 llegó incluso a denunciar la correspondencia sobre derechos humanos como «otra herramienta de la izquierda», denunciando el hecho de que los estadounidenses se comunicaban con frecuencia con la embajada para expresar su preocupación por el arresto de críticos del gobierno afiliados a organizaciones de izquierda. A principios de ese año, un documento de la CIA afirmaba que «la mayoría de los abusos denunciados por estas organizaciones son inventados».

Primera página del cable del embajador Corr del 1 de octubre de 1986, en el cual denuncia a la correspondencia sobre derechos humanos como «otra herramienta de la izquierda».

Sin embargo, aunque los funcionarios estadounidenses llegaron cerca de considerar a toda voz crítica como elemento subversivo, en privado albergaban sus propias dudas. Esto es evidente en las discrepancias entre las comunicaciones públicas y los memorandos internos, ambos ahora desclasificados, de este período. Por ejemplo, en abril de 1988, un miembro del Congreso de los Estados Unidos, Don Pease, escribió al Embajador Corr en San Salvador, pidiendo que proporcione más información sobre los 13 casos de violaciones de los derechos laborales documentados en un informe reciente de Americas Watch. En su respuesta, el Embajador Corr ofreció una crítica mordaz de la organización, acusándola de ignorar el «tremendo progreso» que el gobierno salvadoreño había logrado en materia de derechos humanos y de ignorar el «verdadero problema» que enfrentaba el país: el FMLN. Sin embargo, en privado, había escrito al Secretario de Estado Shultz el mes anterior expresando su preocupación de que «las mejoras en materia de derechos humanos pueden haberse estancado, y … incluso podemos estar retrocediendo». En junio de 1988, escribió en privado: «Una cosa está clara: por primera vez en años, vuelven a aparecer en San Salvador cadáveres con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda», hecho que atribuyó «posiblemente» a las Fuerzas Armadas, a las fuerzas de seguridad o a los escuadrones de la muerte. «Además», escribió, «las fuerzas militares y de seguridad parecen no estar dispuestas a investigar aquellos casos (El Tablón, Pozo de Palitos, los apuñalamientos de La Laguna, Hernando Torres, Alas Gómez, Puerto del Diablo, Chavarría) en los que está involucrado su personal».

En este sentido, una revisión de documentos estadounidenses desclasificados permite a los lectores contemporáneos observar que, si bien los funcionarios estadounidenses rechazaron públicamente las críticas planteadas por organizaciones laborales y de derechos humanos, e incluso etiquetaron a las organizaciones que las plantearon como «grupos fachada» de terroristas, en privado a veces compartieron graves preocupaciones sobre el respeto por los derechos humanos en las mismas instituciones salvadoreñas que públicamente defendían.

Conclusión

Aunque se han desclasificado decenas de documentos del gobierno de Estados Unidos relacionados con el atentado con bomba de FENASTRAS del 31 de octubre de 1989, muchos de su contenido sigue bajo censura; en otros casos, los documentos enteros aún no han sido desclasificados. El UWCHR sigue trabajando para garantizar que se desclasifique este material en su totalidad. Aunque los documentos publicados hasta la fecha ofrecen pocas pistas sobre quién planificó y ejecutó el ataque mortal, sí arrojan luz sobre el peligroso contexto en el que ocurrió – peligroso no sólo por la violencia desenfrenada que caracterizaba a El Salvador en aquellos días, sino también por la forma en que los funcionarios salvadoreños y estadounidenses deslegitimaron toda crítica al Estado salvadoreño a pesar de reconocer en privado su participación en graves violaciones a los derechos humanos. En el contexto de la contrainsurgencia, etiquetar a FENASTRAS como un «grupo fachada del FMLN» y a sus miembros como subversivos efectivamente marcó a la organización como un objetivo legítimo de la represión; pero cuando, después del atentado, FENASTRAS se negó a participar en las investigaciones del gobierno, su negativa fue invocada como prueba de su complicidad. Aunque los documentos estadounidenses publicados hasta la fecha no nos ayudan a establecer quién estuvo detrás del atentado, sí nos muestran el peligro de negar espacio a la disidencia democrática.

[1] Los documentos desclasificados del gobierno de los Estados Unidos citados en este informe provienen de varias fuentes. Los documentos actualmente ubicados en el sitio web de las Bibliotecas de la Universidad de Washington fueron desclasificados según la Ley de Libre Acceso a la Información de los EE.UU. (FOIA, por sus siglas en inglés) como resultado de solicitudes del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Washington. Otros documentos fueron publicados en las «salas de lectura» de las respectivas agencias de gobierno de los EE.UU. responsables de su desclasificación, incluyendo la Sala de Lectura Virtual del Departamento de Estado, y la Sala de Lectura Electrónica de la Agencia Central de Inteligencia.

[2] Citado en Gould, 2015 (https://www.redalyc.org/journal/439/43942943004/), nota de pie 68.

[3] Véase por ejemplo SAN SA 02632, lo cual describe a FENASTRAS como una federación sindical antigubernamental vinculado con las organizaciones guerrilleras BPR y FAPU; diez años después, el jefe adjunto de misión de la embajada de los EE.UU. describió a FENASTRAS como «menos sindicato que foro político del FMLN» en un cable inmediatamente después del atentado.

[4] Como ejemplo, véase el informe de la CIA «Las fuerzas insurgentes de El Salvador: Resurrección de una estrategia política urbana» del 1986, lo cual ofrece un análisis detallada de la presencia de la izquierda dentro del gremio sindical; y SAN SA 15030, un cable escrito por el Embajador Pickering en el año 1984 que se empeña en detallar las rivalidades internas del movimiento sindical y de FENASTRAS en particular, concluyendo, «Nos encanta verlos retorcerse.»

[5] Véase por ejemplo SAN SA 03306, que describe un comunicado capturado del FMLN nombrando a FENASTRAS entre otras organizaciones identificadas como posibles fuentes de «reclutas y apoyo organizacional.»